jueves, 20 de junio de 2013

La enseñanza de Manuel Belgrano


20/06/2013 EDITORIAL

Tras diez años de infatigables servicios a la patria, el creador de la bandera murió en la más extrema pobreza.



   
Celebrar las fechas patrias significa recordar el pasado, que es parte de la vida de los pueblos. No se trata de nostalgia, sino de realismo observado con objetividad para rescatar los valores de sus héroes. El Día de la Bandera se instituyó en 1938, luego de dos años de intensos debates, y surgió como un acto de desagravio impulsado por jóvenes argentinos afectados e indignados por frecuentes manifestaciones extranjeras en los tiempos de la Guerra Civil Española.

Así, durante 122 años, entre 1816 y 1938, el calendario nacional le había negado un día festivo para rendirle tributo a la enseña patria creada por Manuel Belgrano, sancionada como emblema nacional de los argentinos en el Congreso de Tucumán. El resarcimiento llegó sólo el 9 de junio de 1938, cuando se aprobó la ley 12.361, por la cual se decretaba por primera vez un "feriado en todo el territorio nacional el 20 de junio\'\'.

La historia cuenta que el 1¦ de mayo de 1936 las calles de Buenos Aires se poblaron de banderas de los grupos que enfrentaban a republicanos y nacionalistas en España y que tuvieron en el alzamiento de Franco en Marruecos el cruento inicio de la Guerra Civil Española. Ese grupo de jóvenes argentinos resolvió entonces donar una bandera a la Municipalidad, a manera de desagravio, para rendirle tributo el 20 de junio de 1936, en un nuevo aniversario de la muerte de Belgrano.

Resaltar los valores de este héroe es hoy una necesidad imperiosa. La base de la autoridad y prestigio de este prócer se hallaba en su honradez y desprendimiento. Ante los ofrecimientos de honores personales, le respondió al secretario del Triunvirato, Bernardino Rivadavia, luego de la victoria del 24 de septiembre de 1812: "Yo nada quiero ser; lo he dicho muchas veces, y cada día me afirmo más en ese concepto''. Pocos días más tarde rechazó la máxima jerarquía de capitán general que se le había otorgado pues no era "conveniente para la patria''.

A nada conducía, razonó ante el gobierno, sostener la escolta que las ordenanzas establecían para tan alto cargo, "pues el que procede bien de nada de esto necesita, hallándose resguardado con cuantos le rodean''. Además, tan alto empleo lo privaría de "andar con llaneza'' y aumentaría "gastos que no es posible soportar''.

Luego de diez años de infatigables servicios a la patria, ese prócer ejemplar murió en la más extrema pobreza, mientras su Buenos Aires natal, sumergida en profundas divisiones, lo ignoraba.
http://www.diariodecuyo.com.ar/home/new_noticia.php?noticia_id=577831

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