martes, 30 de julio de 2013

La casita de los libros en el Sur


Por Alfredo Dillon

Carina Lara Baeza es la maestra responsable de La Casita de Boris, una biblioteca que funciona dentro de la Escuela N° 274 de San Martín de los Andes. Acaba de recibir el Premio Vivalectura en reconocimiento a sus esfuerzos por acercar a los chicos a la literatura.
15/05/13 - 14:51
Matías asiste a la Escuela N° 274 Enrique Olivares, de San Martín de los Andes, desde hace seis años. Es ciego. Durante mucho tiempo no quería ir a la biblioteca de la escuela: como tenía que subir y bajar escaleras, ese recorrido le provocaba incertidumbre y prefería quedarse en el aula. De a poco se fue animando: “Fue depositando confianza en su bastón y en muchos de sus compañeros que lo ayudaban a llegar”, cuenta Carina Lara Baeza, la maestra bibliotecaria. Allí leyó en voz alta, infinitas veces, el único libro escrito en Braille que hay en la escuela: es difícil conseguirlos en San Martín de los Andes. Con el tiempo, sus compañeros se fueron familiarizando con ese código, con el hábito de recorrer las palabras con el dedo índice. Ahora son ellos los que le preguntan a Matías “¿Qué historia querés escuchar hoy?”, buscan un rincón que los cobije y empiezan a leer.
Esta escena de lectura es solo una de las tantas que relata Carina, la docente responsable de La Casita de Boris, un proyecto institucional de la Escuela N° 274 que desde hace cinco años busca acercar la lectura a los chicos. Carina encabeza un equipo de maestros (Marisa Godoy, Sabrina Duffard, Darío Ramos, Vanesa Paredes y Patricia D'Elía) que acaban de ganar el primer puesto en la categoría Escuela del Premio Vivalectura que entregan cada año la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), el Ministerio de Educación de la Nación y la Fundación Santillana. Paradójicamente, Carina descubrió la lectura gracias a los relatos orales de su abuelo mapuche: “Eran historias de duendes y de cordillera, que él me contaba junto al fuego”.
Otra paradoja: ella es bibliotecaria en una provincia –Neuquén– en la que el cargo de maestro bibliotecario no existe. Carina pudo dedicarse a la biblioteca por los azares de la burocracia: el ministerio provincial asignó por error dos docentes para un mismo cargo, y ella asumió el proyecto de La Casita aprovechando que no tenía que estar al frente de un grado. En ese momento se decidió que los chicos tendrían una hora de lectura semanal en la biblioteca, y lo primero que Carina detectó fue que los alumnos no lo disfrutaban: “Cuando les preguntaba por qué, me explicaban: Hace siete años que vemos los mismos libros”. Entonces, decidió empezar a fomentar el recambio de material, por medio de la autogestión: “Organizamos rifas y ferias, sorteamos canastas familiares; los chicos salieron a susurrar poemas para juntar fondos y comprar libros para la escuela”.
Así, La Casita de Boris –que se llama así en homenaje al editor argentino Boris Spivacow, creador de Eudeba y del Centro Editor de América Latina– se fue equipando. La llegada de nuevas obras se complementó con dos murales: uno de El Eternauta, pintado en una de las paredes de la biblioteca por un profesor de la escuela, y otro que actualmente está en proceso de construcción, sobre la historia de la escritura. El espacio se volvió también sede de muestras de arte latinoamericano, para acercarles a los estudiantes la pintura de la mano de la palabra. Además, el esfuerzo de los docentes, sumado al apoyo de la revista La Grieta Cultural y de las autoridades públicas, logró convocar a varios escritores e ilustradores que visitaron la escuela y conversaron con los alumnos: Liliana Bodoc, Istvansch, Ricardo Mariño y Paula Bombara, entre otros.
Cada semana, alrededor de 400 chicos y chicas atraviesan el umbral de la biblioteca para encontrarse con los libros. Es que para Carina la lectura es, precisamente, encuentro: “Hablar de lo que nos sucede allí es hablar de encuentros entre generaciones, la educación es un encuentro”. Mientras circula, la palabra va transformando a los chicos y a los docentes que los acompañan: el objetivo no es la lectura comprensiva, no es dar cuenta del “mensaje que te deja el texto”, sino dejarse afectar por la experiencia de la literatura. Marisa Godoy, compañera de Carina, cita a George Steiner: “Leer bien es arriesgarse a mucho. Es dejar vulnerable nuestra identidad, nuestra posesión de nosotros mismos”. Y agrega: “Es mirarnos al espejo luego de haber soltado un libro de Kafka y sentirnos definitivamente Gregorio Samsa. Este es el camino que nos interesa explorar en La Casita de Boris”.
De todos estos años de trabajo, más allá de gratificaciones como el Premio Vivalectura, lo que más valora Carina es el reconocimiento de los chicos y su alegría cuando entran en la biblioteca: “Cada vez que un chico dice ¡Qué lindo es este lugar!, de alguna manera nuestro objetivo se está cumpliendo. Pensamos la biblioteca con un sentido de hospitalidad, para hacer de la escuela un espacio más habitable, más deseable para los chicos”. La huella también va calando en los padres: cuando supieron que Carina viajaría a la Feria del Libro en Buenos Aires, muchos de ellos le dieron plata para que les comprara libros para sus hijos. Con ese objetivo, después de la entrevista Carina se pierde entre los pasillos de la Feria, en busca de nuevas obras, es decir, nuevos aliados que la acompañarán en sus próximos recorridos de lectura junto a los alumnos, allá en el Sur.

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OTROS PROYECTOS DE LECTURA PREMIADOS
La Casita de Boris” ganó este año el primer puesto en la categoría Escuela del Premio Vivalectura, que entregan la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), el Ministerio de Educación de la Nación y la Fundación Santillana. El segundo puesto fue para la docente Sandra Alarcón y su proyecto “El Altillo: arte y literatura móvil”, en el que participan un grupo de diez jóvenes que transitan la última etapa de su escolaridad en la Escuela Especial N° 516 de La Matanza. Desde 2011, realizan intervenciones literarias, recreativas y artísticas en espacios comunitarios (como escuelas, guarderías, salas de salud y plazas), como manera de promover que los chicos se acerquen a múltiples lenguajes que muchas veces resultan “negados” en zonas de alta vulnerabilidad.
Además, hubo premios para proyectos que fomentan la lectura entre docentes; en ámbitos no escolares (como cooperativas, bibliotecas populares, centros culturales, universidades, etcétera); y en los entornos digitales que ofrece la Web. Más información en www.premiovivalectura.org.ar.
 http://www.clarin.com/educacion/casita-libros-Sur_0_919708332.html

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