domingo, 16 de febrero de 2014

Margarita Ferrá e Isabel Gironés en el cumpleaños de Sarmiento

 
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EFEMÉRIDES/ 203 VELAS EN EL CIELO
Margarita Ferrá e Isabel Gironés en el cumpleaños de Sarmiento
En la fecha que se recuerda el natalicio de Domingo Faustino Sarmiento, el periodista Luis Eduardo Meglioli, imagina un encuentro celestial entre el prócer y las profesoras Ferrá de Bartol y Gironés. Un texto basado en la historia y la imaginación. 
http://www.diariodecuyo.com.ar/home/new_noticia.php?noticia_id=610192


Celebraron aquí el natalicio del Gran Maestro durante más de medio siglo a lo largo de sus prolíficas e inolvidables trayectorias como docentes e investigadoras. Cada 15 de febrero participaban de la recordación en la Casa Natal y Museo, y en una de las últimas ocasiones, hace apenas dos años, hasta pudieron saborear la "Gran torta del Bicentenario" del prócer. Ahora, por primera vez, Margarita Ferrá e Isabel Gironés, únicas sanjuaninas miembros de número de la Academia Nacional de la Historia, no acudieron al acto del aniversario. Se fueron sobre el final del año pasado, con poco más de dos meses de diferencia, después de haber entregado lo mejor de sus vidas a la enseñanza de la historia y al esclarecimiento más riguroso de esta disciplina.



Lo conocían muy bien. Para ellas era el paradigma de la educación, y se fueron convencidas de que la mayoría de sus grandes aportes están plenamente vigentes. Pero lo que nunca soñaron en vida es que después del viaje final podrían, en la imaginación de algún sanjuanino (y en la rigurosa convicción del creyente más profundo), descubrir al Sarmiento perenne en un cielo común. Todo sucedió este 15 de febrero. 



Margarita e Isabel, que se encontraron muy pronto tras la partida definitiva de ambas, lucían ropa blanca larga, más jóvenes y con una sonrisa inagotable, rodeadas de ángeles que volaban a su alrededor, mientras otras almas caminaban sin rumbo fijo, lejos de todo sufrimiento. La singular escena se aparece simple, sencillísima: una mesa, tres sillas y ni un objeto más. 

Domingo: Antes de venir aquí, quise que el epitafio de mi tumba dijera "Una América libre, asilo de los dioses todos, con lenguas, tierras y ríos libres para todos"... 

Margarita e Isabel: ...



Domingo: Es que busqué siempre la libertad para todos y embestí al adversario con la verdad. Espero que me recuerden así. 

Margarita: La mayoría sí...



Domingo: Y, no puedo esperar que todos me quieran...



Isabel: Los que lo conocen bien, lo quieren bien, Domingo.



Margarita: Se habló mucho de si usted era creyente, protestante, agnóstico, ateo...



Domingo: Yo creo en Dios, es decir, un orden de cosas para el bien, y en la voluntad humana de Cristo, para combatir el mal y traer las cosas al plano de la creación. Hemos de hacerlo, porque sabemos que el mal existe y tenemos la religión del bien absoluto. Soy católico de origen y forma. La moral de los pueblos cultos no habría llegado a ser tan perfecta, si una partícula del espíritu de Jesucristo no se introdujera, por la enseñanza y la predicación en cada uno de nosotros para mejorar la naturaleza moral. Yo escribí "Vida de Jesucristo" y "La conciencia de un niño". Fui el único propagador del cristianismo en las escuelas... Es más, se que la familia propiamente dicha no existe sino entre los pueblos cristianos.



Margarita: Como duele la ignorancia, ¿no?



Domingo: Claro, Margarita. Por eso la escuela como la Iglesia son una necesidad pública. El objeto de la educación es elevar el alma humana por el conocimiento de las verdades arrebatadas por la ciencia al secreto en que las tenía la naturaleza. Ningún pueblo de la Argentina se ha distinguido más que San Juan en su solicitud por difundir la enseñanza primaria.



Isabel: Pero todo es más duro en el mundo de los vivos.



Domingo: Sí, la humanidad es una tierra dura y áspera, que rompe las manos del que la trabaja, Isabel. 



Isabel: Por qué será que el que fue nuestro mundo, evolucionó, pero en muchas cosas retrocedió.



Domingo: Mire, el juez castiga el crimen probado, sin corregir al delincuente, el sacerdote enmienda el extravío moral sin tocar la causa que le hace nacer; el militar reprime el desorden público, sin mejorar las ideas confusas que lo alimentan o las incapacidades que lo estimulan. Sólo el maestro de escuela está puesto en el lugar adecuado para curar radicalmente los males sociales. Si éste falla...



Margarita: Usted siempre lo decía en El Zonda, que tanto le costó mantener y que tanta oposición cosechó.



Domingo: Ay, Margarita, sí. Mire, el título o el nombre es el que decide siempre de la suerte de un folleto, y generalmente de todas las cosas. El nombre prepara los ánimos, atrae la atención y pone en ejercicio el cacumen del lector para conjeturar su objeto, su tendencia y fines. Buscando el nombre para el periódico ocurrió que un día, llegó un peón que traía un caballo al dueño de casa, de dónde? De Zonda. Zonda!, repetimos todos como por instinto, nos miramos unos a otros y cada uno rumió en silencio las razones que justificaban la sorpresa que nos causó esta palabra al herir nuestros oídos. Después de pasado un momento, este Zonda, dijo uno, me gusta porque principia con zeta, y ya empieza a usarse en el país este dulce sonido en la palabra corazón, al menos. Esa razón es muy frívola, dijo otro. En mi concepto había otras que justificaban su adopción. En primer lugar es un nombre característico de la provincia: donde quiera que suene esta palabra Zonda, preguntarán lo que ella significa. Además, el viento Zonda es el que destruye lo que no esta bien arraigado, dijo otro. Entonces...



Isabel: Un diario que buscaba el crecimiento de hombres y mujeres y empujaba hacia la idea de libertad y progreso por encima de todo.



Domingo: Qué bien que lo define! Quizá recuerden ustedes cuando dije que un periódico con este nombre será pacífico, turbulento, abrazador, refrigerante, impetuoso, tranquilo, alegre, agreste, fastidioso, monótono, divertido, pesado, saludable, dañoso, es decir, bueno, malo, como lo pida el marchante. Y por otra parte, ¿qué es pues, un periódico? Una mezquina hoja de papel, obra sin capítulos, sin prologo, atestada de bagatelas del momento. "Se vende una casa", "Se compra una criada", "Se alquila un piano", "Se necesita una ama de leche", "Murió fulano",... No, un periódico es todo, el Gobierno, la Administración, el pueblo, el comercio, la junta, la ciencia, la Europa, el Asia, el mundo entero, todo. Un periódico es el hombre, el ciudadano, la civilización, el cielo, la tierra, lo pasado, lo presente...



La conversación se hace cada vez más atractiva. La palabra de Sarmiento cautiva a sus coterráneas recién llegadas. Ambas quieren escucharlo. Sienten que tienen el tiempo del mundo porque moran por mérito propio en la gloria de los grandes. Las preguntan aparecen como un nexo para que Domingo siga la insólita e inesperada charla jamás esperada. 

Margarita: ¿Recuerda sus cumpleaños, don Domingo?



Domingo: Mi vida fue un trajinar imposible de parar. Hoy es mi cumpleaños, sí, pero en la tierra sólo celebré los de la infancia. Sin 

embargo, cuando niño, no supe nunca hacer bailar un trompo, rebotar la pelota, encumbrar un cometa, ni uno solo de los juegos infantiles..



Margarita: Será porque le tocó conducir su familia muy pronto...



Domingo: Sí, desde mi temprana edad de quince años he sido el jefe de la familia. Padre, madre, hermanas, sirvientes, todo me ha estado subordinado, y una dislocación de las relaciones naturales ha ejercido una influencia fatal en mi carácter. Jamás he reconocido otra autoridad que la mía... 



Isabel: Sin embargo, las mujeres marcaron mucho su vida...



Domingo: Mi madre, en primer lugar, claro. La madre es para el hombre la personificación de la providencia, es la tierra viviente a que adhiere el corazón, como las raíces al suelo. Puede juzgarse el grado de civilización de un pueblo por la posición social de las mujeres. Además, una mujer es madre o amante, nunca amiga, aunque ella lo crea; si usted puede amar, se abandona como un don a un holocausto. Si no puede, física o moralmente, protege, vigila, cría, alienta y guía. Miren, los hombres serán siempre lo que a las mujeres se les antoja. Si queréis que ellos sean grandes y virtuosos, enseñad a las mujeres lo que es grandeza y virtud. 



Margarita: Todos habremos cometido pecados en la Tierra, y usted también, ¿no? 



Domingo: Claro Margarita, yo he amado mucho, a mi madre y a mi patria, y siempre dije que muchos de mis pecados me serían perdonados. Eso sí, busque siempre lo mejor para mi patria, desde valores supremos como el país, el hombre, la cultura y la libertad. Y la melancolía por San Juan presidía siempre mis pensamientos. 



Isabel: ¿Qué esperó usted al final de su vida?



Domingo: Esperé una buena muerte corporal, pues supe que la que me venía en política era la que yo esperaba. Y traté de dejar por herencia millares de personas en mejores condiciones intelectuales, aseguradas las instituciones y surcado en vías férreas el territorio, como cubiertos de vapores los ríos, para que todos participen del festín de la vida, del que yo gocé sólo a hurtadillas.



Margarita: ¡Feliz cumpleaños!



Isabel: Sí, felicidades!, y gracias por tanto que nos dejó y que ahora disfrutan los que siguen la lucha de cada día...



Domingo: Gracias. ¿Ven cómo pasan querubines por aquí? ¿Ven el color oro del entorno? Aquí vivimos la eternidad sin nada que nos aflija. Como en la tierra, dos ángeles guardianes tengo; el uno es el pueblo, su conciencia final de lo justo; el otro, el corazón de los que me aman. Gracias Margarita e Isabel. Apenas las vi, ya sabía quiénes eran y todo lo que dieron por los sanjuaninos.

Fuentes: "Recuerdos de Provincia" (D.F. Sarmiento, Colección "La expresión americana", Buenos Aires, 2003); "Sarmiento, Acusación y Defensa" (H.Videla, UCCuyo, San Juan 1965); "Sarmiento, textos recobrados" (M. Meglioli, San Juan, 2009), "Educación Popular" (D.F. Sarmiento, tomo XI); "La educación de la mujer" (El Mercurio, agosto de 1841); "El Zonda", 

(1839); Testimonio de Regina Ch., con la lectura diaria de la Biblia.
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