martes, 25 de marzo de 2014

La voz social del psicoanálisis

La voz social del psicoanálisis

Terapias. En su libro, Samuel Arbiser reivindica la teoría y la práctica de Enrique Pichon Rivière.

Samuel Arbiser –figura experimentada y referente del psicoanálisis local– ha buceado en su memoria y en la de su colectivo de pertenencia para celebrar la herencia que le ha dejado Enrique Pichon Rivière. Un faro para el ala “social” que iluminaba por igual a freudianos, lacanianos y kleinianos de ese tiempo. “Los sesenta fueron una época del psicoanálisis argentino muy productiva: allí surgía muy claramente el pensamiento de Pichon Rivière que tenía una potencialidad enorme y creó un grupo de psicoanalistas imbuidos por su manera de pensar.” Arbiser acaba de publicar El grupo interno. Psiquis y cultura (Ediciones Biebel) donde recupera al Pichón Rivière forjador de un pensamiento y una particular práctica psicoanalítica.
–¿Cuándo surge y en qué contexto el concepto del grupo interno con el que titula su libro?
–Surge en los grupos terapéuticos en el Servicio de Psicopatología y Salud Mental del hospital Ramos Mejía. Allí Pichon Rivière encontró una opción: tomó el grupo operativo, como un concepto que estaba más centrado en el grupo que en el terapeuta ya transformado en un coordinador. La curación del grupo estaba en manos del grupo mismo y no del terapeuta. Entonces sus ideas empezaron a provocar en mí cierto escozor y curiosidad. El venía al hospital, nos supervisaba, tenía un contacto muy próximo: era una persona que no se ubicaba nunca en una posición jerárquica. Uno lo respetaba por sus conocimientos, tenía un pensamiento muy libre, poco atado a las convenciones. Nos contagió de ese espíritu de cuerpo y de grupo. Uno de los fundamentos de su pensamiento era centrarse en el grupo y en la necesidad de contacto con los demás.
–Cincuenta años después, usted publica este libro, ¿cómo trasladamos la idea de “grupo interno” a este presente tan distinto? ¿Está vigente?
–Está vigente porque el psicoanálisis en sus formas más tradicionales está sufriendo algunos embates. La terapia del siglo pasado – de tres, cuatro sesiones semanales– se fue agotando porque la “clientela” psicoanalítica es restringida, no masiva. El siglo XX se rigió un poco por las ideas del psicoanálisis y de Freud pero desde el punto de vista de la terapia psicoanalítica es un poco más restringido en el sentido de que la gente que accede a un tratamiento psicoanalítico cumple con ciertas cualidades y condiciones. La noción de grupo interno y la flexibilidad es una manera de esquematizar o modelizar el aparato psíquico. En cada época se acentuaba más el aparato psíquico, se lo diferenciaba.
–Luego Pichon Rivière explora lo que usted señala como vertiente social...
–El tenía una visión del hombre al que no se podía desprender de su contexto y en ese sentido el grupo no es un agregado, una suma de individuos sino el núcleo de las sociedades. Todos participamos de grupos lo sepamos o no. Uno de los aspectos que subrayaba Pichon Rivière es la noción del hombre envuelto en su contexto.
–¿Podemos entender el contexto como sinónimo de cultura?
–El hombre vive en su ecosistema sociocultural y necesita crear leyes, normas, cocinar. Uno, en la cultura, no tiene el problema de la búsqueda de alimento en el ambiente natural que hacen los animales sino el de cómo sostener la convivencia humana relativamente aceptable y cómo el progreso se puede medir en esa convivencia, cómo convivir con el otro. Cuando a Freud le reprochaban –diferenciándolo de la medicina común–, que no curase síntomas o que dejase a la gente con problemas, él hablaba de infortunio ordinario, decía que es mejor tener un infortunio ordinario que síntomas, saber de qué se trata. En definitiva, Freud dejó una enseñanza importante: interroguemos al síntoma, a nuestro padecimiento, preguntémonos qué nos pasa.
–¿En qué medida hay conciencia de los desafíos nuevos que tiene el psicoanálisis en el mundo de hoy? ¿El psicoanalista entiende problemáticas surgidas en el contexto de lo virtual, por ejemplo?
–Yo creo que el psicoanalista del siglo XXI tiene que empezar a tomar nota de todos estos cambios culturales de las nuevas generaciones. Probablemente su psiquismo sea bastante diferenciado y creo que es un desafío por venir y que el psicoanálisis, si tiene un instrumento plástico y no se fosiliza y dogmatiza, debe actuar. Creo que el instrumento del grupo interno es antidogmático, hace hincapié en la cuestión de con qué esquema referencial uno se acerca al objeto de indagación y cómo el objeto y nuestra cabeza tiene que estar atenta a los cambios y no pretender que ellos se adapten a nuestra cabeza. Es al revés: nuestra cabeza tiene que ir modificándose con los cambios que se producen en la sociedad y en las subjetividades. Los jóvenes que viven en un mundo virtual y tecnológico probablemente tengan una subjetividad distinta a los que ya somos viejos y de otra época. Uno debe estar abierto y debe tratar de ver las realidades que aparecen y ser lo suficientemente plástico como para adaptarse. Pichon Rivière decía que se trataba de transformar la realidad y transformarse uno. Ese era el objetivo terapéutico del psicoanálisis y de los grupos
http://www.revistaenie.clarin.com/ideas/voz-social-psicoanalisis_0_1106289380.html

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