lunes, 21 de abril de 2014

Latinoamérica y el periodismo, los amores que Gabo contagió al mundo

Latinoamérica y el periodismo, los amores que Gabo contagió al mundo

La Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano que el Nobel creó en 1994 acentuó el rigor dentro del oficio. Hoy será homenajeado en México y mañana en Colombia. 

En América Latina, me dijo Gabriel García Márquez en 1991, hay menos cursilería que en Europa. En dos mil años, los europeos se habían cansado de sí mismos, carecían de ilusiones y de proyectos y vivían gracias a las rentas, como los ricos de cualquier sitio, de América Latina sobre todo. Pero en el continente americano latía entonces, cuando me lo dijo, en noviembre de 1991, una nueva samba, un tango nuevo, una rumba diferente, y todos esos ritmos se iban juntando hasta dar de sí un baile insólito e inesperado que aún seguimos bailando. Con excepciones, se habían acabado las dictaduras, algunas de las cuales fueron rematadamente despiadadas. Y algunos países empezaron a entender que sus economías funcionarían con un esplendor menos grisáceo si se juntaban para crear fórmulas que en Europa están desgastadas por falta de entusiasmo. Y en América, decía Gabo, puede no haber futuro como decía aquel niño desesperado de vivir mal a las afueras de Bogotá (“¿Futuro? De eso no hay”), pero lo que hay es entusiasmo para construirlo. Le pregunté si era entonces optimista. “De todas maneras”. Y sí, se daría una gran trompada contra la realidad.
Aquellas palabras me han vuelto a la memoria ahora que se cumplen muchas de las profecías de Gabriel García Márquez con respecto al destino de este inmenso territorio antes mucho más desigual y más atrabancado. Resulta en efecto que América supera a Europa, y no sólo en entusiasmo sino en estadísticas, y que en el complemento de instituciones que antes no se podían ver porque no existían se han dado pasos de gigante. América es ahora menos provincial, e incluso es menos provinciana; los avances económicos han producido factores de unión, ferroviarios, aéreos, educativos, hasta literarios, que a veces no son los más fáciles de organizar.
Estamos, pues, en otro momento de la historia, y es muy bueno que lo haya adelantado el creador de lo que se dio en llamar Realismo Mágico. Jaime Abello, director de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano que creó hace dos décadas García Márquez, me decía que Gabo había sido realista, y tan solo un poco mágico; era un hombre pragmático, capaz de reconvertir el aleteante periodismo de hoy otra vez en una de las grandes fuerzas de comunicación que necesita el mundo para sacar la cabeza de donde se está ahogando. En esta ciénaga que está el periodismo sólo sirven iniciativas pragmáticas como la que organizó Gabo en Cartagena de Indias. Leila Guerriero, alumna del gran maestro, decía, tras la muerte de Gabo, que esa audaz contribución al estudio y al análisis de los distintos géneros había dado de sí una legión de grandes periodistas que ahora ya tienen en su background las enseñanzas periodísticas y éticas que conforman una nueva manera (que es vieja) de ejercer el periodismo. Sintaxis, metáfora, rigor.
Así que el viejo periodista al que estamos despidiendo ha ganado dos de las batallas que ha impulsado, escribiendo y enseñando, convenciendo a sus congéneres latinoamericanos y a sus compañeros de oficio que ni se ha perdido América, arruinada como muchos presumían, ni está el periodismo en estado catatónico o de muerte: al contrario, como dice Leila Guerriero, vivimos un momento que puede ser de esplendor.
Hablé de este último asunto con Jaime Abello. Conturbados con la noticia de la muerte de Gabo, él decía que esta contribución al oficio que queremos es una novedad que Europa también debería envidiar en lugar de dedicarse a hacer cursiladas. Había algo que comentaba con Abello como un triunfo póstumo más del autor de El coronel no tiene quien le escriba: es la primera vez en la historia del continente que un país y otro rinden tributo de adiós con honores de Estado a un prócer que se lo merece. Juntos, México, donde vivió medio siglo, y Colombia, que tiene su cuna invisible en Aracataca, se han unido para decirle adiós sin que hayan saltado chispas diplomáticas, envidias patrióticas ni toda esa parafernalia que rebaja el ánimo cuando ocurren cosas verdaderamente importantes. Gabo, que siempre tuvo a gala juntar a los contrarios, es un puente perfecto para que se cumpla una más de sus apuestas contra la cursilería patriótica.
Hoy lo despide México, con Colombia presente, y mañana ocurrirá lo mismo en Bogotá. Era de Aracataca, un caribe, pero era, como me decía ayer Héctor Aguilar Camín, “el escritor mejor y el más querido de las letras españolas”. Escribía para que lo quisieran más, a estas alturas, visto lo que ocurre tras su muerte, él nunca se hubiera imaginado hasta qué punto era profeta en sus tierras.
http://www.revistaenie.clarin.com/literatura/Latinoamerica-periodismo-amores-Gabo-contagio_0_1124287787.html

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