sábado, 21 de febrero de 2015

La producción cultural

21/02/2015 REALIDAD

La producción cultural

Yolanda Quiroga (*)

        
La Conferencia Internacional de Unesco en 1999 definió a la cultura "como un conjunto de rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o un grupo social. Engloba no sólo a las artes y letras, sino también los modos de vida, los derechos fundamentales del ser humano, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias''. A partir de este concepto, podemos imaginar la cultura como una trama interminable que se entrelaza dando forma a un tapiz. Cada grupo social tendrá el propio, elegirá sus materiales e irá tejiéndolos a su ritmo y modo. Sus rasgos serán únicos. No habrá dos tapices iguales. Los habrá más o menos fuertes, según el tipo de elementos que cada sociedad vaya incorporando. Cada uno tendrá sus propias formas, colores, texturas, tramados, diseños, que reflejan su identidad y valor cultural.

Los diferentes elementos, la forma en que han sido dispuestos, estructurados y elegidos son el capital cultural de los tejedores, o sea de cada grupo social. De esta manera, el tapiz en su conjunto (su marco, urdimbre y su tejido) se convierte en el patrimonio cultural social. Si el patrimonio cultural es débil, el patrimonio cultural social lo será, determinando así una construcción débil de identidad. En este sentido, la escuela, puede ser un espacio nutritivo, de intercambio, de reflexión. Podríamos preguntarnos ¿con qué recursos tejen los jóvenes su tapiz? ¿Son ellos los que eligen los materiales y modos de tejer? ¿Cuál puede ser la parte de la escuela en el tejido? Es preciso reivindicar el acceso a un capital cultural. La educación es una instancia fundamental de transmisión y producción cultural y puede contribuir o modificar esperanzas, promoviendo la acción y la realización.

Podemos entender como consumo a la relación que se establece entre los sujetos y los objetos adquiribles, no sólo en forma individual, sino como parte de un proceso sociocultural.

Los objetos tienen muy poca perdurabilidad, o sea, se caracteriza por su fácil reposición, cambio, etc. El consumo entonces, no se agota en la posesión de los objetos sino en los usos que les dan forma social. Desde esta perspectiva crítica, nuestras prácticas de consumo determina cómo somos con relación a la sociedad. "En las prácticas de consumo se construyen los nuevos sentidos de la ciudadanía'' (García Canclini 2009) Es aquí, donde nos interesa reflexionar y analizar el papel de la escuela dentro de esta construcción. La escuela como institución, ha sido durante mucho tiempo el espacio privilegiado para la reproducción social, para la transmisión y legitimación de los saberes. El niño o el joven egresado acreditaba, por sobre todas las cosas, ser sujeto apto para formar parte de la dinámica social de la época. La escuela que era la pieza clave en la reproducción del paradigma, atraviesa crisis y transformaciones ojalá vuelva a tomar su cauce.

Me parece importante dar algunos datos de la Encuesta Nacional de Consumos Culturales 2013. Tomaré dos de estos datos: En la Argentina escuchar música es una práctica universal, solamente el 1% de la población no desarrolló nunca esta costumbre.

Otro ejemplo de consumo es la lectura. Puede citarse que un 85% lee en casi todos los formatos (diarios, libros, revistas). El 73% lee diarios; el 56% lee al menos un libro al año. Respecto a los lectores anuales, el 37% lee solamente si se considera la población total (incluyendo a quienes no leen) 3 libros al año por persona de 12 años o más. Los géneros más leídos son cuentos, novelas y biografías. La temática más elegida es la historia.

La producción cultural moviliza al alumno e invita a realizar producciones e investigar.



(*) Especialista en educación, escritora, y productora del programa "Botica Educativa'' Radio Sarmiento.
http://www.diariodecuyo.com.ar/home/new_noticia.php?noticia_id=658106

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